Más allá de la función biológica y adaptativa del miedo (útil en caso de emergencia o peligro), solemos experimentarlo de manera patológica en nuestra vida cotidiana, recreando en nuestra mente las peores cosas que nos podrían pasar. Hay miedos concretos, abstractos, con fundamento, sin él… Pero todos tienen algo en común: siempre nos llevan a un punto muerto.
Hace tiempo escribí esta música para un amigo que me contó que tenía pesadillas recurrentes. Todos sabemos que los miedos desaparecen al afrontarlos, así que le recomendé que se atreviera a mirar a los ojos a esos seres que veía en sus sueños. Que les preguntara qué les pasa, por qué actúan así, intentando asustar a otros. De esa forma, al comprenderles, no sólo no sentiría miedo sino que incluso podría abrazarles.
Las personas con gran sensibilidad suelen experimentar el miedo de forma más intensa, y no sólo en los sueños. Incluso por cosas aparentemente insignificantes pueden reaccionar de forma intensa. Esto, a priori, parece una desventaja, pero evidencia la profundidad a la que el individuo puede acceder. Muestra lo que la sensibilidad realmente es: nuestra más profunda sabiduría.
Llegado este punto solo me pregunto: ¿Qué hay detrás de la máscara?
Bailemos!