Cuando era adolescente y según iba conociendo las atrocidades del mundo en que vivimos, y reconociendo que provenían de la ignorancia y perversidad humana generalizada, di por hecho que era muy difícil que algo cambiara realmente a mi alrededor. Ese mundo en paz y coherente que solía imaginarme… otra vez tendría que dejar de lado mis fantasías – pensaba. Así que llegué a la conclusión de que quizá sería más feliz si no supiera tantas cosas. Pero eso duró poco. Ya sabía demasiado como para olvidar u obviar que lo esencial de la vida (el respeto, la tolerancia, la empatía…) no estaba garantizado.
Ahora, unos años después, y tras haber profundizado en el origen y sostenimiento de la ignorancia y la perversidad humana, creo que estamos más cerca de que esos valores esenciales también se generalicen y podamos vivir en una sociedad con mayor equilibrio y que brinde oportunidades de crecimiento desde otros parámetros: ética, honestidad, autonomía, interdependencia…
Aunque también soy consciente de que estos cambios, esta evolución global, únicamente se sustenta en el sumatorio de los avances individuales y la impronta que dejan en sus áreas de influencia (familia, trabajo, comunidad, etc), y que, además, cuanto mayor sea el compromiso con esos valores esenciales mayor el efecto que produce el individuo. Por eso creo que se dará a lo largo de muchos años, ya que todavía nos comprometemos más con otras cosas. Todavía predominan valores basados en el miedo.
Con alegría, paciencia, ilusión y el convencimiento interno de que camino hacia lo mejor de mí y de que eso trae un beneficio global, actualizo los pequeños y grandes detalles del gran mosaico en el que participo.
¿Juegas?