(I) Alegría

Somos felices. Más allá de los límites y dificultades de nuestro personaje humano, somos felices. En algún lugar de nosotros hay una fuente de alegría en constante recreación, algo así como un santo grial, de donde nacen nuestros más bellos deseos, la pasión por vivir, el tesón de superarse en cada etapa…

No tiene que ver con que te toque la lotería, accedas a un buen trabajo, o tengas pareja, pero está en consonancia con tus anhelos e intereses. No es algo desbordante ni puntual pero recuerda a un torrente en su  permanente renovación, gran potencia, pero alta estabilidad.  Es la gasolina que impulsa nuestra transformación continua; una chispa de eternidad. Un estado esencial del ser desde donde poder crear y organizar la realidades propias.

Los niños emanan este halo de inocencia y pureza de una forma muy evidente, aunque se trate de una variable muy sutil. Y vemos que cuando van creciendo pierden o se oscurece ese halo. Quizás sea esta la base del famoso cuento de Peter Pan: nuestra incapacidad de sostener en la vida adulta esa alegría creativa que somos en realidad.

Es un reto recordar esta brizna primigenia, y una gran hazaña el poder sentirlo en el cuerpo cada día, en cada gesto, conviviendo con la ingente diversidad del planeta.

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